sábado, 18 de septiembre de 2010

ACERCA DE MANONGO MUJICA O BREVE TEXTO PARA MANONGO MU(S)ICA

Cuando regreso de noche a mi casa nunca sé si las figuras que se mueven algunas cuadras más allá vienen o van. Esas figuras simplemente se detienen en un movimiento continuo y cesa por algunos momentos toda ley de la física.

Lo mismo ocurre cuando Manongo Mujica imparte movimiento sobre sus instrumentos y empieza un ritual que abandona toda razón que conozcamos para mecer en una sola cuna el nacimiento del sonido de sus manos y del recorrido del planeta. Sus manos no se sabe si van o vienen. Simplemente suenan.

Brrrrrrr shhhhh aaaaa puede ser una estancia en la playa, el mar regresando de bañar las piedras (existe un atractivo especial en las playas de piedra), el viento silbando al océano para que siga su camino, o puede ser un redoble a mano limpia, la respiración sobre un objeto tubular hecho instrumento divino por Manongo, que a la vez puede transformarse en el mar o el viento yendo de aquí para allá para encontrar la razón de cómo llegamos a la música:

“Para mí el inicio de la percusión es obvio: son los pájaros, las caídas de las hojas, los temblores. Ellos son los grandes maestros de la percusión. Es tu corazón, tu respiración, tu caminar, tu manera de decir las cosas”, dijo hace unos meses en entrevista (EC – 2/1/10)



Y ello lo conduce por la senda que lo hace regresar buscando conciliar el metrónomo de la Tierra con el suyo, y con el de todo lo que varía en tiempo e intensidad.

Manongo no se sabe si va o viene porque la música que hace está ahí, desde que sonó el mar por primera vez, hasta la última vez que hayamos visto el mar regresar a su recóndita inmensidad tras bañar unas costas sonoras.

En la oscuridad del universo, cuando avanzamos, y nos encontramos con los “paisajes sonoros” que Manongo Mujica quiere descubrirnos, no sabemos si estos se adelantan hacia nosotros o se alejan, huyen a un resquicio de tranquilidad. En la oscuridad del universo todo es un solo sonido que emana de todos lados, y que bien puede ser el mar llegando a los pies, cubriendo la playa, bañándola, o esa misma agua escurriéndose –y sonando- para volver al ancho y profuso mar del que forma parte.

AQUÍ UNA PÁGINA SONORA A MÁS NO PODER.

G. Lopez Tassara

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