jueves, 25 de febrero de 2010

UN ESTRUENDO SILENCIOSO DE ANGUSTIA II

(Segunda parte de un artículo sobre el expresionismo cinematográfico alemán)
PRIMERA PARTE AQUÍ

Cine silente, gritos silentes

No en vano, gran parte de las películas de este movimiento de inicios del siglo XX abarcó temas sobrenaturales, oscuros, ubicándose lejos de la luz de la razón; condensando, en cuanto elemento podían, el sentimiento de angustia que por dentro consumía a sus autores. La angustia, esa es la clave del expresionismo cinematográfico alemán, y los cineastas de esta etapa, entre los que destacan Fritz Lang y Friedrich Murnau, la supieron tomar de otras artes y, también, de su ambiente inmediato. Parece que las condiciones orquestadas confluyeron para reformar en un nuevo concepto la creación artística.

El expresionista recoge temas tenebrosos porque su espíritu es tenebroso. Sabe que la alegría del mundo externo es pura farsa, que no le sirve de nada para construir un arte libre, justamente, de lo moderno, de la lógica y del perfecto encajamiento de los sentidos con la realidad. Es necesario distorsionar, exagerar, transformar, para que se puedan mostrar verdaderamente los sentimientos, tal como éstos hacen sucumbir a una persona en su interior. Así deben ser trasladados, expresados.

En cuanto a los medios para expresarlos, tal como retumban dentro de un ser, estos fueron muchos en el naciente arte cinematográfico: desde la interpretación de los personajes y los escenarios que no sólo eran un fondo, sino parte de la historia y de la opresión que se cernía sobre todos, hasta la iluminación, que quebraba los planos y fijaba la atención sobre un personaje en especial, dejando en tinieblas todo lo demás que, por momentos, era el propio infierno.

El aprovechamiento de la sombra, y prácticamente el haberle dotado de vida es una libertad que se toman los expresionistas para acomodar su sentido del arte y darle fuerza. De las sombras nace la fantasía que vive en cada mente, en cada corazón. De las sombras se despiertan los sueños, y con ellos, las pesadillas que, como campanas de catedral se esparcen por el espacio cubriéndolo todo.

Las aves negras, dragones casi, sobrevolando el cielo en Fausto, son una muestra de la amenaza que se aproxima. Sutil, sin embargo, siempre un poco lejos, pero sin duda de que se acerca cada vez más, y que destruirá poblaciones enteras, como la peste llevada por el conde Orlock. La amenaza es lo más terrible del peligro. Es el terror de saberse atormentado.


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