- I -
En todo espacio artístico la creatividad nace ante un impulso primario que es el de una necesidad, siendo la motivación más fuerte el deseo-necesidad de la exteriorización de uno o un conjunto de sentimientos que se tiene respecto al entorno, a un suceso, una persona, una idea. Ahora, surge ante esto, la imaginación que revela otro impulso de necesidad. La imaginación es ya en sí, creación. Lo que la lleva a convertirse en el arte que luego es apreciada son los elementos artísticos que emplea para desarrollarse. Una pregunta que emerge es: ¿qué son esos elementos?, otras son ¿son pautas que se escogen y quién las escoge? Importantes interrogantes que requieres de una respuesta, pero ello se verá luego.
Es necesario ajustar la posibilidad de arte: para uno mismo en relación con el yo, o para otros, una colectividad o uno solo, en relación a mensajes establecidos y compartidos por conjunto.
En el primer caso, la posibilidad de arte es inmensa, infinita. (Como el mundo mismo que pretende el arte, y cualquier otra disciplina o aplicación de la capacidad del hombre.) Esto se debe a que para uno mismo, para aquel que se precie de hacer (el término “hacer” también se discutirá luego en relación al origen, intención y finalidad del arte. Intercambiándolo por otros infinitivos: crear, copiar, emular, imitar, etc., la gama es amplia y, en fin, discutible dentro de su entorno externo de relación con lo humano) arte, casi todo intento termina por reflejar lo que ha querido. Y en los repetidos casos en que los temperamentos artísticos destruyen una obra por no contener o formar lo que se deseaba, es decir por ser una frustración, se identifica ya en el sujeto cierta intención y una idea, por el momento tan sólo en su cabeza, de lo que anhelaba hacer. Por lo que, si luego de intentos fallidos, el artista logra componer aquello que deseaba, habrá hecho una muestra de arte. Sea musical, escrita, visual, plástica o de cualquier otra índole que el genio pueda sostener en su universo de imaginería interior.
El segundo caso es el que representa problemas. Ya desde la perspectiva de una estética, o de cualquiera, existe la posibilidad de la negación del arte. Lo que no ocurre en el caso anterior, donde lo que hay es una negación de la posibilidad de arte en el soporte, intento, o fin que se ha conseguido luego de uno o infinitos intentos. Ello deviene de la caracterización de un conjunto. La no individualidad. El individuo, al ser uno y solo, es total, absoluto. Creador, ordenador y destructor. Porque tiene el sentido, el significado en sí y para sí. El conjunto es caos. Fuera de todo lo anterior.
En este ámbito, entonces, se puede retomar las preguntas antes planteadas respecto a los elementos externos de la realización del arte, ya que se desarrollan al lado de la idea de un quién es el que esta fuera del artista. Pero él, o ellos, son un puente o un muro. Depende mucho del artista saber proporcionar a sus creaciones las partículas adecuadas que fundamenten su obra, las conexiones de la obra dentro de ella y hacia el exterior, las cuales están condicionadas por motivos que forman su mundo. Pero no él mundo. Así podría alejarse del Arte y llegar sólo a un arte reflejado por pocos motivos, delimitando la expresión. De manera que perdería toda conexión con el conjunto complejo que pretende. Sin embargo, como muro, esos mismos motivos condicionantes pueden ser derrumbados ¿de qué manera? realizando, internamente, un arte comprometido, sentido
Ante esas formas de vencer los obstáculos de la posibilidad del arte, hay un motor escondido: la motivación. Las motivaciones pueden surgir a partir de un encuentro directo con la realidad, o también permeabilizada por sensaciones que lleven a “presenciar” su contenido. Como ya se dijo, esa motivación desemboca en la necesidad –sólo en algunos– de transmutar formas y lograr el arte. La motivación será objeto de un segundo artículo.
Gustavo Lopez Tassara
Es necesario ajustar la posibilidad de arte: para uno mismo en relación con el yo, o para otros, una colectividad o uno solo, en relación a mensajes establecidos y compartidos por conjunto.
En el primer caso, la posibilidad de arte es inmensa, infinita. (Como el mundo mismo que pretende el arte, y cualquier otra disciplina o aplicación de la capacidad del hombre.) Esto se debe a que para uno mismo, para aquel que se precie de hacer (el término “hacer” también se discutirá luego en relación al origen, intención y finalidad del arte. Intercambiándolo por otros infinitivos: crear, copiar, emular, imitar, etc., la gama es amplia y, en fin, discutible dentro de su entorno externo de relación con lo humano) arte, casi todo intento termina por reflejar lo que ha querido. Y en los repetidos casos en que los temperamentos artísticos destruyen una obra por no contener o formar lo que se deseaba, es decir por ser una frustración, se identifica ya en el sujeto cierta intención y una idea, por el momento tan sólo en su cabeza, de lo que anhelaba hacer. Por lo que, si luego de intentos fallidos, el artista logra componer aquello que deseaba, habrá hecho una muestra de arte. Sea musical, escrita, visual, plástica o de cualquier otra índole que el genio pueda sostener en su universo de imaginería interior.
El segundo caso es el que representa problemas. Ya desde la perspectiva de una estética, o de cualquiera, existe la posibilidad de la negación del arte. Lo que no ocurre en el caso anterior, donde lo que hay es una negación de la posibilidad de arte en el soporte, intento, o fin que se ha conseguido luego de uno o infinitos intentos. Ello deviene de la caracterización de un conjunto. La no individualidad. El individuo, al ser uno y solo, es total, absoluto. Creador, ordenador y destructor. Porque tiene el sentido, el significado en sí y para sí. El conjunto es caos. Fuera de todo lo anterior.
En este ámbito, entonces, se puede retomar las preguntas antes planteadas respecto a los elementos externos de la realización del arte, ya que se desarrollan al lado de la idea de un quién es el que esta fuera del artista. Pero él, o ellos, son un puente o un muro. Depende mucho del artista saber proporcionar a sus creaciones las partículas adecuadas que fundamenten su obra, las conexiones de la obra dentro de ella y hacia el exterior, las cuales están condicionadas por motivos que forman su mundo. Pero no él mundo. Así podría alejarse del Arte y llegar sólo a un arte reflejado por pocos motivos, delimitando la expresión. De manera que perdería toda conexión con el conjunto complejo que pretende. Sin embargo, como muro, esos mismos motivos condicionantes pueden ser derrumbados ¿de qué manera? realizando, internamente, un arte comprometido, sentido
Ante esas formas de vencer los obstáculos de la posibilidad del arte, hay un motor escondido: la motivación. Las motivaciones pueden surgir a partir de un encuentro directo con la realidad, o también permeabilizada por sensaciones que lleven a “presenciar” su contenido. Como ya se dijo, esa motivación desemboca en la necesidad –sólo en algunos– de transmutar formas y lograr el arte. La motivación será objeto de un segundo artículo.
Gustavo Lopez Tassara
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