Niña, rojo y gris,
Me recuerdas tanto a las noches de oscuridad.
Eres el pacto entre la luna y el mar,
Tu piel es la suave brisa de la muerte.
Y tu fragilidad es mi existencia misma.
Haces que la sangre fluya
Colapsando mis vasos capilares.
Me tomas de las manos y me dejas caer.
Apagando mis sentidos por eternos momentos,
Que se traducen a instantes en el tiempo.
Dudas del mundo, te pareces tanto a mí,
Y a la vez siento que eres una esencia extraña.
Eres el hondo deseo de los mortales.
Y en mí, el más somero recuerdo
De una juventud perdida.
Liviandad, que llevo entre mis brazos,
Ansiedad que se vuelca en angustia.
Docilidad que me ahoga y asfixia.
Eres silencio y perturbación
Y el respiro que me estrangula.
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