Fue hace algunas noches, quizá una semana atrás, quizá un poco más. Me abrí paso hasta donde se mantenía en pie con un cigarrillo en la mano y asumí mi rol de periodista. Estaba bastante más viejo de lo que recordaba haberlo visto recientemente, cargaba una barba crecida de algunos días y aunque vestía un traje elegante y corbata, yo lo veía en su hábito de monje, caminando por el bosque hacia su auto y pensando en Roshi.
Cuando lo tuve a solo un metro de distancia nos rodeaban tres o cuatro personas más, pero su presencia era irrelevante. Tardé varios segundos en reaccionar y articular una pregunta de la que, de inmediato, me arrepentí. Leonard Cohen visitaba Perú y no se me ocurría decirle nada que -era mi intención- él pudiera recordar como algo memorable.
"¿Cómo es su proceso creativo?" solté y en ese instante me di cuenta de cuán tonta y poco creativa había sido la pregunta. El hombre debía haberla escuchado miles de veces y seguramente estaría ya cansado de tener que responderla. Y ciertamente su respuesta me sorprendió, aunque no en el sentido que esperaba.