Por: Sonia Luz Carrillo
Tengo ante mí la poesía de una joven escritora, Laura Rosales, a quien conocí en una mesa de lectura compartida, ocasión que me permitió constatar la rotundidad de su vocación poética.
Invitada ahora a presentar su primer libro, lo primero que me intriga es saber quién habla en Von, su primer poemario. Me interesa indagar acerca de algunas de las características del sujeto que emerge de los textos, interés motivado por el hecho de que toda escritura establece identidades y más nítidamente, cuando esta escritura se da en clave de poesía.
Y así encuentro desde el inicio, con los epígrafes de Washington Delgado y la poeta argentina Olga Orozco, que la voz poética registra la huella que la cultura y el arte ha trazado en su visión de mundo; significativamente, el libro comienza con el poema “Muros y constelaciones”, dos estancias, la primera titulada “Sumergida en una pintura de Chagall” y la segunda “Contemplando una fotografía de F.A”. Pintura y arte fotográfico para “Encontrar la vida”, empiezan a delinear la identidad productora del discurso poético que sugiere a la vez una comunidad de interpretación.
Más adelante, hipertextos y referencias puntuales continúan proclamando afinidades y afiliaciones, especialmente en la primera parte del libro donde, por ejemplo, la voz poética dialoga con la célebre poeta suicida Alejandra Pizarnik “Electrizada conmigo/ frente al sauce/ despierta” (p. 16), o el piano de Chopin que deja oír “la tormenta infalible de un Dios nocturno” (p.17), seguido por Hokusai, pintor y grabador japonés, “sueños del pájaro cometa/ música de bambúes /salidos del tintero/ tintero triste/ ahogado / en hermosura” (p.18). El diálogo con Pizarnik, ícono de la desolación, la tormenta nocturna de Chopin y la tristeza en el tintero de Hokusai rápidamente instalan la tesitura emocional del conjunto y del libro entero.
Invitada ahora a presentar su primer libro, lo primero que me intriga es saber quién habla en Von, su primer poemario. Me interesa indagar acerca de algunas de las características del sujeto que emerge de los textos, interés motivado por el hecho de que toda escritura establece identidades y más nítidamente, cuando esta escritura se da en clave de poesía.
Y así encuentro desde el inicio, con los epígrafes de Washington Delgado y la poeta argentina Olga Orozco, que la voz poética registra la huella que la cultura y el arte ha trazado en su visión de mundo; significativamente, el libro comienza con el poema “Muros y constelaciones”, dos estancias, la primera titulada “Sumergida en una pintura de Chagall” y la segunda “Contemplando una fotografía de F.A”. Pintura y arte fotográfico para “Encontrar la vida”, empiezan a delinear la identidad productora del discurso poético que sugiere a la vez una comunidad de interpretación.
Más adelante, hipertextos y referencias puntuales continúan proclamando afinidades y afiliaciones, especialmente en la primera parte del libro donde, por ejemplo, la voz poética dialoga con la célebre poeta suicida Alejandra Pizarnik “Electrizada conmigo/ frente al sauce/ despierta” (p. 16), o el piano de Chopin que deja oír “la tormenta infalible de un Dios nocturno” (p.17), seguido por Hokusai, pintor y grabador japonés, “sueños del pájaro cometa/ música de bambúes /salidos del tintero/ tintero triste/ ahogado / en hermosura” (p.18). El diálogo con Pizarnik, ícono de la desolación, la tormenta nocturna de Chopin y la tristeza en el tintero de Hokusai rápidamente instalan la tesitura emocional del conjunto y del libro entero.